Santa Oria fue una mujer que vivió en el siglo IV en la ciudad de Alejandría, en Egipto. Nació en una familia noble y desde muy joven se sintió atraída por la vida religiosa. Aunque en esa época era inusual que las mujeres se dedicaran a actividades religiosas, Santa Oria decidió seguir su vocación y se convirtió en monja.
La vida de Santa Oria estuvo marcada por su gran devoción hacia Dios y su compromiso con los más necesitados. Desde el convento donde residía, realizaba obras de caridad y ayudaba a los enfermos y pobres de la ciudad. Su dedicación y amor hacia los demás le ganaron el reconocimiento y admiración de la comunidad.
Santa Oria también fue conocida por su sabiduría y conocimiento en temas religiosos. Se convirtió en consejera espiritual de muchos, incluyendo a personas de la alta sociedad y autoridades eclesiásticas. Su humildad, paciencia y amor hacia los demás la convirtieron en una figura venerada y respetada en su tiempo.
A pesar de su fama y prestigio, Santa Oria siempre mantuvo los pies en la tierra y se consideraba a sí misma una sierva de Dios. Pasaba largas horas en oración y contemplación, buscando fortalecer su fe y emocionalmente conectada con Dios. Su vida fue un ejemplo de humildad, generosidad y entrega total a Dios.
No se conocen muchos detalles sobre la muerte de Santa Oria, pero su legado perduró a lo largo de los siglos. Fue reconocida como santa por su vida ejemplar, y su fiesta se celebra cada año el 21 de febrero. Su dedicación a Dios y su amor por los demás la convierten en un modelo a seguir para todos aquellos que desean vivir una vida llena de fe y servicio a los demás.