Simeón fue un anciano justo y piadoso que vivía en Jerusalén. Según el relato de los Evangelios, fue guiado por el Espíritu Santo para que se encontrara con la Virgen María en el Templo. Cuando la vio con el Niño Jesús en brazos, se arrodilló y bendijo a Dios. Él tenía la profecía de que antes de morir vería al Mesías.
A la Virgen María, Simeón le dijo las palabras de la "Cantidad de Simeón" (que se encuentra en el libro de Lucas 2:34 y 35). Él le dijo que el Niño sería una señal de contradicción, y que una espada de dolor traspasaría su alma. Estas palabras eran una profecía de los sufrimientos que tendría que soportar la Virgen María a lo largo de la vida de su hijo.
Simeón también le dijo que el Niño sería "para revelación de los gentiles y para gloria de su pueblo Israel". Esto significaba que el Niño Jesús no sólo salvaría a los judíos, sino que también sería un salvador para todas las naciones.
Cuando la Virgen María fue al templo, como era la costumbre judía, para presentar a Jesús, el ángel Simeón, un anciano justo que había esperado ansiosamente la llegada del Mesías, se acercó a ella y bendijo a Dios. Él agradeció a Dios de permitirle ver al Salvador, al que había esperado por mucho tiempo. Luego miró a María y le dijo: "Este niño será causa de ruina y de triunfo para muchos en Israel. Será una señal de contradicción y a ti misma una espada te traspasará el alma".
En este contexto, Simeón también le dio a María una profecía. Él predijo que sufrió personalmente por la vida de Jesús. Estas palabras de Simeón fueron una especie de advertencia para la Virgen María, para que se diera cuenta de los retos y la tribulación que tendría que afrontar. Él también la instó a aceptar la voluntad de Dios y a estar dispuesta a llevar la cruz que le fue asignada.
Sin embargo, Simeón también le dijo a María que Dios le daría "una luz para alumbrar a todos los pueblos". Esta luz fue la luz de la salvación de Jesús. Estas palabras de Simeón ofrecen esperanza y consuelo a la Virgen María, y a todos los demás. Esta luz es un recordatorio de que la vida de Jesús no es solo una historia triste, sino que es una historia de esperanza y triunfo para todos.
Simeón era un anciano justo y devoto que esperaba la venida del Mesías. Cuando Jesús fue llevado al templo para ser presentado al Señor, Simeón fue uno de los primeros en reconocerlo como el Mesías. Él se acercó a la familia de Jesús y les bendijo. Después de bendecir a Jesús y a María, Simeón dijo a María: "Ahora, Señor, puedes dejar a tu sierva irse en paz, según tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación". Esta frase significaba que María fue testigo de los planes divinos para salvar al mundo.
Simeón también le dijo a María que su hijo tendría que sufrir mucho en el camino de la salvación. Él dijo: "Este niño será causa de que muchos en Israel caigan o se levanten, y será una señal que será refutada", lo que significaba que Jesús cambiaría la forma en que la gente entendía la religión y traería consigo controversia.
Finalmente, Simeón le dijo a María: "Y tu propia alma también una espada traspasará", que se refería a la dolorosa pérdida que María tendría que experimentar cuando su hijo muriera. Esto significaba que María tendría que soportar el dolor de ver a su hijo ser rechazado, humillado y crucificado. Estas palabras de Simeón fueron una advertencia a María de lo que vendría.
Cuando el recién nacido Jesús fue llevado al Templo de Jerusalén para ser presentado al Señor, un anciano llamado Simeón presenció la escena. Se había profetizado que Simeón vería al Ungido del Señor antes de morir, y cuando vio a Jesús, el Espíritu Santo le dijo que ahora podía morir en paz.
Simeón entonces tomó al niño en sus brazos, bendijo a Dios y dijo: "Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, como prometiste. Porque mis ojos han visto tu salvación". A continuación, se dirigió a María, la madre de Jesús, y le dijo: "Este niño será causa de que muchos en Israel caigan o se levanten, y será una señal de contradicción".
María, quien había escuchado la profecía de Simeón, se quedó conmovida y meditaba en su corazón los misterios de estas palabras. Estas palabras de Simeón se hicieron realidad años más tarde cuando Jesús fue crucificado y su muerte trajo salvación a muchos que creían en él.
Las palabras de Simeón fueron una profecía acerca de la vida de Jesús y el papel que desempeñaría en la historia de la humanidad. Esta profecía no fue entendida por María en ese momento, pero fue una señal de que el niño era alguien especial y que sus acciones tendrían un impacto en el mundo.
Simeón fue un anciano que esperaba la venida del Mesías. Cuando María y José llevaron al pequeño Jesús al Templo, la Escritura dice que el Espíritu Santo estaba con Simeón y le había prometido que no moriría hasta que viera al Mesías. De modo que Simeón rápidamente reconoció al bebé como el Mesías que habían estado esperando.
La Escritura nos dice que cuando Simeón vio al pequeño Jesús, el Espíritu Santo le había dado a conocer que vería al Salvador de Dios. Simeón fue inspirado por el Espíritu Santo para hablar una profecía sobre Jesús. Esta profecía fue que Jesús sería una luz para revelar la verdad a todas las naciones.
Simeón era un hombre de Dios que confiaba en la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le mostró que el pequeño niño era el Mesías prometido. Esta fue la razón por la que Simeón reconoció al pequeño Jesús como el Salvador. El Espíritu Santo guió a Simeón para que reconociera al Mesías. Esto también muestra que Dios está en control de todas las cosas, incluso de la venida del Mesías.