Los maniqueísmo es una corriente religiosa que se originó en el siglo III en Persia. Esta religión se enfoca en la existencia de dos fuerzas opuestas e igualmente poderosas: el bien y el mal, que compiten por el control del universo.
Los maniqueístas creen que el dios del bien y el dios del mal son iguales en poder, pero se encuentran en una constante lucha. Según esta religión, el mundo material es creado y controlado por la fuerza del mal, mientras que el mundo espiritual es gobernado por la fuerza del bien.
Los maniqueístas creen en la reencarnación y la liberación del alma. Sin embargo, consideran que el objetivo de la existencia no es lograr la unión con la divinidad, sino escapar del ciclo de la vida y la muerte, y así interrumpir el poder del mal.
Los maniqueístas rechazan la idea de la existencia de un Dios todo poderoso, argumentando que si Dios es todo poderoso, entonces el mal no debería existir.
En resumen, los maniqueístas creen en la existencia de dos fuerzas opuestas y equivalentes: el bien y el mal, que luchan por el control del universo. Esta religión rechaza la idea de un Dios todo poderoso y considera que el objetivo de la existencia es interrumpir el poder del mal y escapar del ciclo de la vida y la muerte.
La herejía maniquea fue una doctrina religiosa que surgió en el siglo III en Persia. Sus seguidores se llamaban a sí mismos "maniqueos" y se extendieron por todo el Imperio Romano. Esta herejía se basaba en la creencia de que el mundo material era una creación imperfecta y malvada de un dios malvado, mientras que el mundo espiritual era el verdadero hogar del alma humana.
Los maniqueos creían en una lucha constante entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, y que cada persona debía tomar partido en esta lucha para conseguir la salvación. Para ello, se practicaba una severa disciplina ascética, que incluía el ayuno, la abstinencia sexual y la renuncia a la propiedad privada. Además, se consideraba que la liberación de la mente y del espíritu se lograba a través del conocimiento o gnosis.
La herejía maniquea fue rechazada por la Iglesia católica debido a sus ideas dualistas y antinomianas, ya que sostenían que la carne y el espíritu eran dos entidades irreconciliables y que el espíritu era el único que importaba. Esto llevó a una fuerte represión de los maniqueos por parte de la Iglesia y de los Estados cristianos.
A pesar de que la herejía maniquea fue perseguida y condenada, su influencia perduró en algunas sectas gnósticas y místicas de la Edad Media, y se considera que sus ideas influyeron en la teología y filosofía de algunos pensadores posteriores. En la actualidad, el maniqueísmo ha perdido su importancia, pero algunos de sus postulados filosóficos y religiosos todavía son objeto de estudio y debate.
Los maniqueos, también conocidos como maniqueístas o maniqueos, son un grupo religioso que surge en Persia en el siglo III d. C.
Esta corriente de pensamiento se caracteriza por su dualismo radical, en el que se enfrentan dos principios opuestos: la luz y las tinieblas. Los maniqueos creían que la materia estaba corrompida y que el mundo material era maligno. Por lo tanto, afirmaban que el contacto con el mundo material estaba prohibido, como también las relaciones sexuales.
La enseñanza maniquea se basa en la idea de que la luz y las tinieblas son dos fuerzas opuestas que coexisten en el universo, y que el hombre debe seguir el camino de la luz para poder liberarse del mal. Esta luz divina se encuentra en la sabiduría y el conocimiento, y sólo a través de la purificación de la mente el hombre puede alcanzar la salvación.
Los maniqueos fueron considerados herejes por la Iglesia católica, y sufrieron persecución tanto en el Imperio romano como en el Imperio persa. A pesar de ello, lograron expandirse por todo el mundo mediterráneo y tuvieron una gran influencia en el pensamiento filosófico y religioso de la Edad Media.